"En los Andes del Norte del Perú, en los años 1962/63, empezó a brotar en los corazones de los humildes una esperanza; una esperanza en una vida llena de dignidad, de justicia y de ser todos los hijos del mismo Padre. Por el evangelio, que escucharon por primera vez, descubrieron que el mismo Dios, Jesucristo, había nacido entre ellos para compartir todos sus sufrimientos y todas sus esperanzas".

Era en la misma región, donde un padre español dio la señal para la captura de Atahualpa, y así comenzó la época más triste de la historia milenaria de nuestro pueblo de Cajamarca. Después de 430 años de masacres, de desprecio y de haber robado todo lo que les pertenecía, llegó un pastor, con un corazón abierto para los campesinos. Les enseñó con su testimonio de humildad el verdadero mensaje de Jesucristo. Su llegada a Cajamarca coincidió con el comienzo del Concilio Vat.II. En su inauguración habló Juan XXIII de la necesidad de una Iglesia con los pobres y de los pobres como la manera más auténtica de ser la Iglesia de Jesucristo. El caminar de esa „Iglesia de poncho y sombrero“ (ver „Vamos Caminando“) llamó la atención de cristianos hasta en los paises ricos, despertando en ellos un interés y una solidaridad con los más necesitados. Pero lo más importante: los marginados de siempre se sentían por primera vez escuchados y respetados, se sentían ser promotores de su propio destino. „Descubrimos que también somos gente“. El primer catequista-campesino del mundo (con la autorización papal de bautizar y anunciar el Reino de Diós), lo expresa así: „Monseñor Dammert me ha enseñado que soy persona, cristiano y peruano“. O con las palabras de Arguedas: „me ha enseñado que más quiun animal vale un cristiano“.

Los más despreciados, los pastores de los Andes y de Belén, son los primeros en escuchar el mensaje de una tierra nueva y de un cielo nuevo. En la noche de una larga historia se abre el cielo y baja a la tierra, la luz entra en los corazones y les enseña el camino, y siguiendo a la estrella llegan a una choza y ahí descubren en un pesebre al salvador - mientras los sabios de Jerusalén y los poderosos de Roma ni saben escuchar el mensaje ni ver la estrella, por creerse la luz ellos mismos.

Ahora nos dicen que vivimos en otro mundo y que todo es diferente. Si, hay cambios: en lugar de dos polos de un materialismo económico y del poder en el mundo, ahora se quedó uno sólo, más fuerte y prepotente como nunca antes ha habido, y, hay más pobres, más desigualdad, más injusticia y menos perspectivas para ellos. Ellos ya no cuentan, ni siquiera preocupan. En el tiempo moderno, sí todo el continente de Africa p. ej. se hundiera de un día al otro, en los salones de la bolsa de valores nadie se daría cuenta, ni le interesaría.

Nos dicen, que en los tiempos de la globalización hay más libertad. Si, es cierto, cada uno puede malgastar su plata donde quiera - con tal que tenga lo suficiente... y si no tiene, malasuerte, el mismo tiene la culpa. Mientras tanto hay cada día menos niños que puedan optar por una vida que cubra por lo menos las necesidades más fundamentales. La globalización se presenta como la nueva religión absoluta y en lugar de los diez mandamientos reinan sus leyes del egoismos, del más fuerte y de la lucha permanente del uno contra el otro. Nos hablan de una comunicación cada vez mejor, y él que no tiene celular no es gente y al mismo tiempo se desconoce cada vez más al prójimo. Hay una comulgación global que consiste en la presentación de diversiones artificiales y violentas, de culos calatos y de tragar hamburguesas, hechas a base de carne envenenada. Y todo eso para atontar y envenenar más a la gente.
Y para colmo de males hay prelados, que se quejan de la decadencia moral, para correr al mismo tiempo a los banquetes de los „dueños de la decadencia“ y de los autores de dicha globalización. Como dice un párroco: „Bendita sea la globalización, porque es un signo de una iglesia nueva y universal“. ¡Tiene más razón el padrecito que se imagina!

Nosotros, los cristianos, tenemos el deber de presentar al mundo una alternativa: la alternativa de otra comulgación y de una comunión - compartiendo el pan de cada día con los pobres, porque son ellos los invitados más privilegiados a la mesa del Señor. Se comparte el pan luchando por un mundo mejor, en que cada hermana tenga lo suficiente para poder vivir dignamente en comunidad con los demás.

Sin embargo, según los testimonios de grupos comprometidos, sea en el campo, sea en los barrios pobres de las ciudades „la iglesia de las autoridades“ busca sólo sus intereses y comodidades y „ya no quieren saber nada de nosotros. Se olvidan de nosotros, y, lo más triste, se olvidan así de nuestro Señor, que vive con los pobres“. „Sin embargo, nosotros somos Iglesia de Jesucristo, compartiendo el pan y la palabra de Diós; nos reunimos y celebramos la presencia del Señor, sus sufrimientos, su muerte y su resurrección en medio de nosotros...“

Frente a los cambios en la jerarquía de la Iglesia: ¿Que hacer? Dejarnos dividir y aislar? ¿Consolarnos diciendo que pasa en Cajamarca o Puno y en muchas partes, es algo raro, pero no típico, mientras en muchos lugares pasa lo mismo, pues se trata del mismo sistema y de la misma política? O si uno pierde el trabajo de un día al otro (haber trabajado y haberse sacrificado treinta años en servicio de una Iglesia de los pobres y perdiendo el trabajo muchas veces por acusaciones ridículas e inventadas) basta decir, que es mala suerte y que no se puede hacer nada? ¿Por qué tener miedo por los que hablan tanto del amor, del cielo y del infierno sin tener la mínima idea de lo que signífica todo eso? Debemos plantear correctamente y a toda la gente, lo que es Iglesia y no dejar el campo a unos pobres infelices (que a su vez merecen misericordia por ser unos infelices). Tenemos todos los argumentos en nuestro favor: los resultados de una teología moderna, los documentos del concilio y de las conferencias episcopales, las experiencias de una fe que libera... ¿Y por qué no preguntamos a la gente, que tipo de iglesia quieren y que comparen: una Iglesia que opta por una vida en dignidad, respeto, comunidad etc. - o una iglesia al estilo de los siglos pasados y en alianza con las autoridades del imperio global?

Nos dicen que queremos dividir la Iglesia, que queremos crear una Iglesia paralela. Pero son las madres en los barrios pobres que piden a sus párrocos y al obispo que les visiten, acompañen y anuncien la Palabra. Son los campesinos y catequistas que buscan la unión con sus sacerdotes, reclamando la presencia de sacerdotes en el campo, sin embargo nadie les escucha y cuando una delegación de los clubs de madres se va al opispado, logrando en su tercer intento por lo menos pasar la primera puerta del nuevo palacio, se las bota de ahí, gritándoles y que no ensucien con sus pies de barro las alfombras recién importadas de España; y cuando se van al templo de su parroquia para asistir en la exposición del Santísimo se ven también botadas, diciéndoles que no molesten a las „damas“...

El pueblo de Dios sigue su camino, pero se siente abandonado por sus pastores. Si nosotros queremos acompañar al pueblo en su camino, a base de los documentos oficiales de la Iglesia, de los testimonios de tantos mártires y del testimonio de la misma gente (ni hablar del mensaje de la Biblia), sin embargo la „iglesia de las autoridades“ busca otro camino, un camino con las autoridades de siempre, atraído por los ídolos del poder y de la plata... entonces ¿quién abandona a quién, quién divide y quién está formando una Iglesia aparte? Los pobres invitan a los pastores a la mesa, compartiendo el pan entre todos. Pero hay pastores, que prefieren los banquetes con los „dueños y reyes de este mundo“. Son ellos, los que no quieren comulgar con el pueblo, sino entre ellos nomás, excluyendo y excomulgando así a la mayoría. Ya no respetan la fe y la cultura del pueblo, negocian los sacramentos y amenazan con el infierno, si la gente no se confiesa con ellos. Hablan mucho de la comunión, pero no quieren compartir el pan de cada día.

Escuchar el grito del pueblo abandonado y aceptar la vocación de ser la voz del pueblo, sería un signo auténtico de humildad, de todo modo, sería un signo más valiente que aguantar y tragar (individualmente, cada uno para si mismo) las majaderías de un obispo romano que no sabe y no quiere escuchar el grito del pueblo. Estar con la Iglesia y dentro de la Iglesia significa en primer lugar, estar con todos los que son llamados a la mesa del Señor, especialmente los excluidos de todo el mundo en cuyo medio Diós mismo se ha hecho carne y hueso, donde vive, sufre y resucita. En comparación con eso, es algo importante pero secundario, estar con obispos. Debemos ser fieles al pueblo que sufre y que pone sus esperanzas en Jesús y en sus pastores verdaderos, al pueblo de Dios que ya ha conocido los caminos de una liberación y que quiere seguir ese camino.

¿A quién hay que obedecer más? ¿Con qué derecho podemos decir, que es mejor callarse, aguantar y encima hacerse la víctima, si la comunidad cristiana es cada vez más abandonada, más burlada, y en peligro de perder la orientación en su camino? ¿Ya no hay profetas? Somos nosotros, los que enseñaron a los pobres a cantar: „tengo que luchar, tengo que sufrir... ay de mi, si no lo hago“. Y en la hora de la hora ya no queremos saber nada de esto, con el pretexto de que debemos ser prudentes.

En relación a la Iglesia universal (católica), el ejemplo de la Iglesia de poncho y sombrero era y es un signo de esperanza. Las parroquias de fuera, que buscan una comunión verdadera con una parroquia peruana quieren tener un contacto directo con los más pobres. Quieren ayudar (y no solamente ayudar sino ser) una Iglesia, en que los laicos, especialmente las mujeres y los catequistas, tengan una voz. Los grupos comprometidos y comunidades cristianas son el fundamento de una parroquia y de la Iglesia. ¡Son Iglesia! Párrocos y obispos vienen y se van, la comunidad cristiana, la gente se queda. Eso nos enseña la Biblia y el ejemplo de los primeros cristianos. ¿O podemos permitir así nomás que un obispo diga (entre muchas otras cosas chistosas), que las mujeres p. ej. no son dignas de tocar - y menos interpretar - la biblia; que un obispo, sea quíen sea, puede burlarse de los sacrificios de los pobres para llegar a un mundo más justo; que cualquier prelado ambicioso del poder, puede ponerse encima del Concilio y exigir una obediencia total como si él fuera Dios, en resumen: queremos aceptar, que la Iglesia (en nombre de todos nosotros) retorna a los años 50 y más atras - una iglesia de „curas de misas y ollas“ en lugar de ser una Iglesia del pueblo y para el pueblo?

A manera de conclusión: debemos ser fieles, fieles a nuestra conciencia, a nuestro compromiso cristiano, a la doctrina de la Iglesia católica, expresada en los documentos del Concilio Vat. II y de los documentos de las conferencias episcopales de 1968 a 1992 y especialmente a toda la gente humilde y creyente que ha puesto su esperanza en una Iglesia con los pobres. Por último y ante todo debemos ser fieles al mensaje de Jesucristo, que nació entre los pobres, que es crucificado con ellos y que es resucitado entre ellos - y por eso ellos vivirán y ellos seguirán su camino.
Cuando el actual obispo de Cajamarca llegó la primera vez a Bambamarca (enero 1993) y dijo que ha venido para terminar con toda „esa vaina“, un catequista viejo se levantó y le contestó: „Más de 400 años que los españoles nos han oprimido. Sin embargo, en los últimos treinta años hemos descubierto quienes somos, que somos gente y que somos Iglesia. Y si ahora otra vez viene un español y quiere quitarnos todo, no lo va a lograr porque ya no nos dejaremos fregar más“. Y todos los 200 catequistas empezaron a cantar: „No se puede sepultar la luz...“

¡Que los campesinos de Bambamarca sirvan de ejemplo a los „péritos y sabios“ de las ciudades, y de los centros de este mundo y de Jerusalén!

por Jesús Flores de La Loma, (1999)


Nota: (de Willi Knecht, miembro del equipo pastoral de Bambamarca entre 1977- 80)
• Jesús Flores es la figura principal del libro “Vamos Caminando” .....
• El artículo fue publicado en los dos periódicos más importantes de Cajamarca.
• Se trata de “un grito al cielo” ....
• Es la voz auténtica de los campesinos comprometidos de Bambamarca.
• Es un llamado a seguir - a pesar de algunos cambios de algunos prelados - el camino de Jesúcristo.