Sacerdotes del sur andino denuncian abusos de obispos del Sodalicio y Opus Dei.

Luego de 33 años de servicio en Ayaviri, el padre Fritsch fue expulsado de la prelatura. El padre Francisco Fritsch abre el portón de madera de su casa y se deja ver un jardín lleno de gladiolos rojos. Lo encontramos en su apacible ostracismo, en la afueras de un poblado del sur andino que agrupa a las prelaturas de Ayaviri, Juli y Sicuani. Para llegar a él fue necesario viajar cuatro horas por una carretera que bordea villorrios e ingentes pampas que no se siembran, porque la helada lo quema todo. En medio del silencio de la puna, es común que un campesino dedique un día de trabajo para ascender un enorme cerro y llegar a la cruz enclavada en lo alto. El objetivo es hacer penitencia por algún pecado cometido.

El Crimen de Fritsch

Aunque viste chompa crema y jeans hay algo en los pequeños ojos de Francisco Fritsch que delatan su sacerdocio. Aquel que lo llevó a pueblos como el de Antauta (Puno), a 4,250 m, donde puso el pecho para defender a unos nueve mil pobladores frente al abuso de terroristas, paramilitares y empresas mineras. Ha cambiado la estola de lana de alpaca por un par de tijeras de jardinero, aunque su espíritu misionero lo lleve a consagrar clandestinamente la hostia. Su pecado fue hablar, a nombre de varios sacerdotes, en la toma de posesión del nuevo obispo de Ayaviri, Kay Schmalhausen, el pasado 30 de abril.

La catedral rebosaba de pobladores e invitados del Sodalicio de Vida Cristiana, movimiento al que pertenece el nuevo obispo. Frente a personalidades como el nuncio apostólico Rino Passigato, Fritsch se atrevió a decir “que el pueblo cristiano quechua, luego de 500 años de evangelización, merecía tener un obispo quechua”. Luego de unos días, y después de 33 años de servicio, lo retiraron de su prelatura y le recomendaron volver a su natal Francia.

A Lomo de Burro

La entrevista realizada al padre Fritsch, el sábado 13 de enero, coincidió con la toma de la iglesia de Macusani –una de las principales de Ayaviri– por varias decenas de pobladores que exigían la salida del sacerdote chileno Gustavo Mordones. La consigna “era sacarlo del pueblo montado en un burro”, dijo a CARETAS Prisco Lino, vicepresidente del consejo parroquial. Acusaban a Mordones y a las hermanas de Lumen Dei – designados a esta zona por el obispo Schmalhausen - de no respetar las costumbres del lugar y de quemar los juguetes donados en una campaña radial por considerar que “eran diabólicos”.

Según los pobladores, las declaraciones y los cambios impuestos por los obispos de Ayaviri y Juli han suscitado un creciente rechazo en las comunidades. El obispo de Juli, José María Ortega – designado a esta zona el pasado 25 de abril –, expulsó a un seminarista de la casa de formación por jorobado. Ortega, quien es miembro del Opus Dei, también dudó en la misa de difuntos del primer sacerdote aimara, Domingo Llanque, si “el padre estaba en el infierno o en el purgatorio”. La familia organizará pronto una “misa de desagravio” por las palabras del prelado (ver entrevista).

Asimismo, según la agencia del Sodalicio, Aciprensa, los obispos Schmalhausen y Ortega prometieron el pasado 10 de octubre “que harán todo lo que esté a su alcance para revertir el deterioro de la fe y la moral en sus respectivas prelaturas”. Los postes de Ayaviri e Ilave comenzaron a amanecer con panfletos en los que se insulta a los obispos y se lanza una grave advertencia: “… la Fe no es patrimonio de nadie, los templos donde está el cura Carrión, Kay y José María no es patrimonio de ellos, pertenece al pueblo entero y al pueblo se la darán o el pueblo lo tomará”.

Opción por los pobres

En palabras del obispo emérito de Puno, Jesús Calderón, en la década del terrorismo “la labor antelada de la Iglesia con los pobres del sur andino evitó que se repita la tragedia de Ayacucho”. El Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación confirma los hechos. Los vigorosos representantes de la Iglesia organizaron marchas por la vida, denunciaron la desaparición de personas y solían apersonarse en las delegaciones policiales para exigir el respeto a los derechos de los comuneros. Brígida Chevallay, quien dejó su natal Suiza hace 25 años para internarse como misionera en Ayaviri, recuerda cómo en una oportunidad liberó con el padre Fritsch a noventa comuneros de la localidad de Ajoyani, quienes habían sido capturados injustamente por los sinchis.

La Iglesia en esta región del Perú estuvo marcada por una “opción preferente por los pobres”, descrita en el Concilio Vaticano II y las asambleas episcopales de Medellín y Puebla. Desde 1975, en la IV Asamblea de obispos del sur andino, los prelados comprometieron a la Iglesia a trabajar “para que las clases oprimidas logren la liberación que anhelan, no con consejos desde fuera sino compartiendo sus luchas concretas”. Por el contrario, el estilo de la pastoral de los nuevos obispos ha motivado numerosas cartas de sacerdotes, religiosas y pobladores.

El padre Hilario Huanca, por ejemplo, reclama por los maltratos y despidos de algunos presbíteros de Ayaviri, y solicita a la Conferencia de Religiosos del Perú que interceda para facilitar “un diálogo eficaz” con el obispo. Otros cuatro sacerdotes – Manuel Vassallo, Luis Jesús López, Luis Zambrano, Juan Gnaldi y Marcos Degen – también redactaron una carta de renuncia al seminario de Chucuito (que pertenece a las prelaturas de Ayaviri, Juli y Sicuani), y expresaron su desacuerdo con la “forma excluyente y hasta ofensiva” de tratar las diferencias.

¿Perspectiva de diálogo?

Consultado por CARETAS, Schmalhausen dijo que se ha tomado como declaraciones suyas algunas frases que “no son del todo precisas”. Agregó que se necesita “corregir, potenciar, y sacar adelante las cosas buenas que ya se han hecho en su prelatura, y lo mucho bueno que hay por hacer”. Tanto el obispo de Ayaviri como el de Juli afirmaron que están dispuestos a dialogar con aquellos que los han denunciado por malos tratos. De otro lado, el pasado 11 de diciembre, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, destacó al padre Fritsch por su labor de defensa de la vida y los derechos de los pobres en Puno.

A pesar de ello, tanto él como Brígida Chevallay y otros agentes pastorales abandonaron Ayaviri con la amarga sensación de salir por la puerta falsa. Fritsch comenta que su piel ya ha sido curtida por la exclusión: hace más de 33 años, el gobierno de Pinochet lo apresó en los valles de Copiapó y lo deportó luego de torturarlo con simulacros de fusilamiento. “Estuve en un cuartel militar que tenía muchos presos políticos. Antes del interrogatorio, te vendaban los ojos, te ponían la pistola en la sien y luego disparaban al aire, nunca sabías si se trataba de una verdadera ejecución” – describe el sacerdote.

Al final de la entrevista, Fritsch nos dice que seguirá trabajando en la Iglesia, donde pueda, aunque quiere demasiado a este pueblo como para irse. Mientras arregla el jardín recuerda el consejo que le dio uno de los obispos del sur, cuando llegó hace más de treinta años: “durante el primer año, no hagas nada, sólo escucha a este pueblo, mira a su gente, respira el aire de los Andes, saborea el ‘kankacho’ (cordero asado) de Ayaviri y abraza a la Pachamama” (Samuel Ashcallay).

El Sur y el Sodalicio

La prelatura de Ayaviri comprende las provincias quechuas de Melgar, Sandia y Carabaya. Fue creada en 1958 y encargada a los padres de los Sagrados Corazones. La prelatura de Juli fue creada en 1957 para abarcar la zona aimara de Puno (Moho, Huancané, El Collao, Chucuito, Yunguyo y San Antonio de Putina). Desde el inicio estuvo bajo la conducción de los misioneros estadounidenses de Maryknoll. Según la psicóloga Lupe Jara, en el libro “Ser Iglesia en tiempos de Violencia”, desde mediados del siglo XX hasta el 2006, “el sur andino se comprometió con las mayorías marginadas que buscaban transformar la realidad social del altiplano”. El Sodalicio de Vida Cristiana fue aprobado por el Vaticano en 1997. Lo integran sacerdotes y laicos consagrados que se dedican a tiempo completo al trabajo eclesial. Su fundador es el peruano Luis Fernando Figari.

Capilla Ardiente

Con inmutable franqueza, obispo de Juli confiesa que expulsó a un seminarista por tener una joroba. Obispo de Juli responde directamente. En la plaza de Huancané, el obispo de Juli, José María Ortega – miembro del Opus Dei –, nos responde luego de celebrar la eucaristía. Acepta que en la misa de difuntos del primer sacerdote aimara dudó si éste se encontraba “en el infierno o en el purgatorio”. Advierte que su peor defecto es hablar sin tapujos.

¿En el ámbito del sur andino ha habido un exceso de ideología más que evangelización? Le he dicho a mis sacerdotes que no pueden meterse en política. Las instituciones sociales de mi prelatura estuvieron muy pegadas a temas como la Concertación de Lucha Contra la Pobreza que es un asunto del Estado, un asunto político. Luego, todo el tema de la Comisión de la Verdad.

¿En Ácora, en la misa de difuntos del sacerdote Domingo Llanque, usted dijo “que no sabía si el padre estaba en el infierno o en el purgatorio”? O en el cielo, sí.

¿Era pertinente decirlo en una misa de difuntos? Yo predico lo que tengo que predicar. Era mes de noviembre y hay que predicar las verdades eternas, juicio, muerte, infierno y cielo.

¿Hay un seminarista, Edwin Ramírez Pichini, que salió del seminario de Chucuito por tener una discapacidad? Ah, tenía una joroba. Sí, yo conversé un día con el rector y, bueno, le dije “mira, tú sabes que a veces estas cosas… que si un sacerdote tiene una joroba que le va creciendo cada vez más… tú sabes que en un sacerdote esas cosas hay que cuidar”.

Pero, perdón, ¿usted le dijo que no podía seguir porque era jorobado? Yo le pregunté y me dijo que tenía una joroba. Evidentemente, según el Derecho Canónico hemos de cuidar un poquito estas cosas.

¿Y el Derecho Canónico qué dice explícitamente? Cuando hay cosas de defectos físicos, es mejor invitar más bien que no se ordenen sacerdotes. No es ningún canon. Pero sí dice que para candidatos para el sacerdocio hemos de ver hasta físicamente. Vamos a decir, defectos físicos que son pronunciados, hay que procurar… porque se pueden burlar luego del sacerdote. Pero además tiene un carácter muy grave porque siempre reacciona muy fuerte.

¿Le preocupa que haya panfletos en Ilave, en los que la población se opone a la visión pastoral de los nuevos obispos de Ayaviri y Juli? La verdad, no. No creo que sea gente de mi prelatura, creo que es gente de fuera. Pero sí me hicieron leer el panfleto y puedo decir que es una persona que conoce de la Iglesia. Puede ser un sacerdote, un religioso, una religiosa. No lo sé.

De la revista “Caretas“, enero 2007