Pecados episcopales en el Sur Andino Fecha 20/9/2008
En la comunicación que el Obispo de la Prelatura de Juli, José María Ortega Trinidad, dirige al Padre James M. Linch, Superior Regional de la Sociedad de Maryknoll en América Latina, deja claro que, indefectiblemente el 31 de diciembre del año en curso se dará término al Convenio entre la,Sociedad Maryknoll y la Prelatura de Juli. Paradójicamente, el mismo domingo que el Obispo Ortega firmaba la carta, en Roma, Benedicto XVI señalaba: “Quiero recordar que este mes está tradicionalmente dedicado al Corazón de Cristo, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la buena noticia del amor...”.
Carta de solidaridad con los Padres de Maryknoll Testigos y memoria viviente
Corría el año 1943 y llegaron a Puno, invitados por el entonces Obispo de Puno, Mons. Salvador Herrera, algunos jóvenes y entusiastas misioneros de Estados Unidos, de la Sociedad de Maryknoll. Desde el inicio amaron las culturas quechua y aymara y a su gente, muchos aprendieron sus idiomas y llegaron a vivir en las mismas comunidades campesinas.
Sacerdotes del sur andino denuncian abusos de obispos del Sodalicio y Opus Dei.
Luego de 33 años de servicio en Ayaviri, el padre Fritsch fue expulsado de la prelatura. El padre Francisco Fritsch abre el portón de madera de su casa y se deja ver un jardín lleno de gladiolos rojos. Lo encontramos en su apacible ostracismo, en la afueras de un poblado del sur andino que agrupa a las prelaturas de Ayaviri, Juli y Sicuani. Para llegar a él fue necesario viajar cuatro horas por una carretera que bordea villorrios e ingentes pampas que no se siembran, porque la helada lo quema todo. En medio del silencio de la puna, es común que un campesino dedique un día de trabajo para ascender un enorme cerro y llegar a la cruz enclavada en lo alto. El objetivo es hacer penitencia por algún pecado cometido.
José Dammert Bellido - El buen pastor de una “Iglesia de Poncho y Sombrero (1)
Por: Dr. Willi Knecht, doctor en Teología, Alemania. Cajamarca, 20 de agosto 2005
Introducción
En los Andes del Norte del Perú, en los años 1962/63, empezó a brotar en los corazones de los humildes una esperanza; una esperanza en una vida llena de dignidad, de justicia y de ser todos los hijos del mismo Padre. Por el evangelio, que escucharon por primera vez, descubrieron que el mismo Dios, Jesucristo, había nacido entre ellos para compartir todos sus sufrimientos y todas sus esperanzas. Era en la misma región, donde un padre español dio la señal para la captura de Atahualpa, y así comenzó la época más triste de la historia milenaria de nuestro pueblo de Cajamarca.
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